martes, 7 de mayo de 2013

Carlos el cínico


Dos personas me han dicho que soy un cínico. No sé si era para descrestarme o qué, porque para ser sincero, no les entendí muy bien qué me querían decir. El término cínico, para mí particularmente y para mi formación cultural, tiene dos significados sobresalientes: 1. que no siente vergüenza para mentir y 2. que hace cosas al estilo de Diógenes el Cínico, que le dijo al rey que se apartara porque le interrumpía los rayos de sol. Al contrario de lo que debería pasar, estos significados me confunden aún más, porque yo realmente mentiroso no me considero, y las pocas veces que he echado mentiras, siento gran vergüenza al ser descubierto. Por otra parte, yo sí disfruto de los bienes materiales y si el rey se me arrima yo sería de los primeros en echarle un buen lambetazo para que no se olvide de mí, por lo cual no encuentro relación alguna con el estilo de vida de Diógenes el Cínico.

Con estos argumentos, debería afirmar sin ningún pudor que estas dos personas se han sabido equivocar de término. Que deberían ir a buscar un diccionario y a leer bien la Wikipedia porque se ve que malgastaron su plata en las clases de filosofía que recibieron en la universidad. Y si estudiaron pregrado en filosofía, y en una de las universidades más prestigiosas del país, peor aún, porque lo que les deben es una millonada. Pero no sé, algún truco en mi cabeza ignorante en temas filosóficos me dicen que tienen la razón, y que sí, soy un cínico. Yo particularmente en cosas no numéricas soy muy fácil de cuentear, y es que creo que todas las ciencias no numéricas existen única y exclusivamente para cuentear gente. Es por eso que esa gente que estudia Filosofía, Antropología, Filología, Sociología, Lenguas Modernas y demás, los utilizan bastante para echar indios antes de colocar pozos petroleros. Así que bueno, amigos humanistas, si llego a trabajar en una petrolera estaré atentos a vacantes de trabajo para ustedes.

Y la base de la cuenteada está es en llevar a la 'víctima' a un campo donde sea ignorante, o en otras palabras, a jugar de visitante, donde el cuenteador le puede meter como verdades tremendas falsedades. Eso es lo que me pasaría a mí si intentara discutir si soy o no un cínico, con alguien que se atreve a afirmarlo desde la filosofía. Si yo abro un poquito más el término cínico, y no le doy preponderancia sólo a las mentiras, sino también a las verdades, parece que el término empezara a encajar más conmigo. Cuando yo digo la verdad, a veces sí pretendo herir con toda la gana, y para mí es como si no pasara nada. Si ustedes conocen a alguien resentido, que les deja de hablar por cualquier maricada, pues les digo que yo soy el diametralmente opuesto. Yo soy de los que ofende y al minuto se comporta como si nada hubiera pasado. Y no lo considero malo; para más remate: me siento orgulloso de ser así, completamente anti-rencoroso. porque resentido sé que sí soy, pero rencoroso jamás.

Por otra parte, los cínicos también tenían fama de vivir de manera frugal. Palabras más, palabras menos, eran una partida de tacaños, pero siendo tacaños de forma virtuosa, sin ser miserables. Trataban de reducir sus necesidades; lo cual nos hace recordar que Diógenes estaba sentado en las escaleras, indicando un poco ese vivir humilde propio de esa gente'. Viéndolo bien, yo siempre he tenido fama de tacaño, por lo cual supongo que por eso estas dos personas de las que he hablado, se han atrevido a decirme cínico. Y sí, admiro la frugalidad como una virtud, más no quiero ser tacaño.

Habiendo escrito esto, espero no haberme equivocado. Si pasa eso, le pido a cualquiera de ustedes que por favor me corrija, ya que en esta materia de filosofía siempre sacaba 6 en los exámenes del colegio.

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