sábado, 23 de julio de 2011

¿Qué carajos es socializar?

(Basado en el libro Ética para Amador de Fernando Savater.)

Bien decía un usuario de YouTube que "Las opiniones son como los culos: cada quien tiene el suyo y todos apestan". Así pasa cuando a alguien se le pregunta sobre cómo se debe vivir en sociedad: Cada quien emitirá su opinión, inclusive añadiéndole babosadas inimaginables a la respuesta que salen a flote como nuevas teorías que no se han podido probar. Y yo no soy la excepción obviamente: Aquí estoy en estos momentos emitiendo una opinión que como todas las demás apestan, y además produciendo una paradoja con ese mismo postulado, paradoja la cual ignoraré para no perder el hilo de este asunto.

Comenzando por aquí, vemos que socializar definitivamente es vaina difícil. Y las paradojas surgirán y surgirán cada vez que intentemos adentrarnos en el mismo temario. ¿No séra por eso que para los nerds socializar es más difícil? ¿no es querer tratar el acto social con la lógica algo que siempre va a terminar reducido a una simple paradoja inaccesible? ¿o seremos algún día capaces de poder cuantificar el "grado de sociabilidad" de una persona, así como se ha podido a rastras cuantificar la inteligencia?

¿Cuantificar la inteligencia? Saldrá unos instantes después una mujer, apartando la mirada fija hacia su BlackBerry, para afirmar con total displicencia:

"Mi vida, ¿es que acaso han podido cuantificar la inteligencia emocional?. Nosotros no somos máquinas, y que yo lleve una buena relación con mi novio no creo que se puede decir en un numerito"

El sitio queda de repente en silencio, y la muchacha sigue entonces en su cotidianidad del BlackBerry, fingiendo no prestar atención a las estupideces que los hombres dicen en su borrachera. Yo sé, les mentí: he girado hasta el momento el tema sobre la dichosa paradoja y no me he concentrado en lo realmente divertido, que es enumerar comportamientos sociales, correctos o no, normales o no, aceptados o no, pero que innegablemente son chistosos.

Nunca ha faltado en una conversación típica de la plaza de San Diego o del Chorro de Quevedo, diferentes costumbres que en otros países la gente tiene y que para nosotros son rarezas. Que los japoneses cuando van a defecar suben los pies al inodoro y lo hacen aghachados. Que en no se qué país, las mujeres que ya no son vírgenes se deben tapar la cara porque no deben mostrar su rostro impuro. Que los judíos no comen cerdo porque Dios se los prohibió en el Antiguo Testamento, que los de India consideran sagradas a las vacas, y otras miles de cosas que si nos ponemos a enumerar nunca terminamos de escribir.

Así como en todo el globo terráqueo se ven diferentes tipos de costumbres, uno puede ir reduciendo el dominio (sí, yo sé, soy un ñoño y nunca voy a conseguir novia) y ver que todavía en Latinoamérica difieren mucho las costumbres. Y si uno lo reduce más, en Colombia cada región tiene sus costumbres, su hablado, sus cosas que detesta y sus cosas que ama. Entre costeños se aguantan la conchudez, y entre rolos la indiferencia, pero cuando ambos defectos se cruzan, ahí vienen los problemas.

Reduciendo aún más, llegamos entonces a las ciudades, los barrios, las familias, y por último las personas. Cada persona es un mundo, como dicen, y cada quien tiene sus repelencias. Los amigos no son más que gente que te ve soportable, y ténganlo por seguro que muchos de esos amigos que uno tiene en el momento, están buscando la manera de zafarnos con la mínima excusa, o la mínima equivocación.

Socializar es un ejercicio mayoritariamente de memoria. Es algo similar a aprender la pronunciación de las palabras en inglés: cada una tiene su propia pronunciación, y no siguen ningún patrón repetitivo. Si hacemos un símil más descarado, si socializar fuera un lenguaje sería el más afonético de ellos. Sería el más caprichoso; sería un lenguaje que todo mundo detestaría aprender. No como el alemán, que aunque intimide con sus palabras compuestas y largas, es un lenguaje en el cual cada letra tiene su sonido. Claro, yo sé, se me nota mi actitud nerd hacia la vida. Y obvio, la novia nunca llegará si le digo que prefiero el alemán al inglés, y que el inglés me parece una porquería de lenguaje, ustedes saben, lo afonético.

Por eso, si llego a una fiesta donde no conozco a nadie, debo actuar de una manera. Si estoy con mis amigos de confianza debo actuar de otra, un poco más desinhibida, pero teniendo en cuenta que de pronto llega el otro amigo ocasional que no gusta de algunas cosas que yo me moriría por hacer pero no puedo. Si almuerzo con gente que conozco puedo decir que quiero corrientazo en Puerto Arepa (o Arepa Policía), pero usualmente el uniandino común se la pasa en Pizza Paloma, en Wok y Parrilla o en la Gasolinería (huevón ♪), y le daría ganas de vomitar de sólo pensar comer en el Toro o en Arepas y Carnes una buena bandeja paisa. 

Posiblemente hasta mienta: un uniandino común no sale del circulito de 3 cuadras que rodea la universidad, y nunca se ha deleitado con los placeres de almorzar en la 19. Yo creo que ni siquiera saben que Kokoriko  tiene una promoción de 3 hamburguesas por 10 mil pesos. En mis adentros, cuando veo que la gente se pregunta si es mejor una Pizza o una hamburguesa, sabiendo que mi mamá me va a cantaletear si como eso (y yo tampoco quiero comer ese tipo de comida), fluyen ganas de decirles a todos:

"¡Nojoda no sean huevones! ¿Acaso sus mamás no les enseñaron que una pizza o una hamburguesa de almuerzo no es bueno? ¿sus mamás saben que comen así de mal? ¡Por Dios, vamos a comer algo bueno: hoy hay frijolada allá en arepa policía!"

Pero la maldita sociedad nos dice que ese tipo de comentarios debemos callarlos por nuestro bien. Que si estamos en una empresa y nos comportamos así nos echan y blablabla.

¿Qué me dicen de la etapa más difícil para llevar a cabo esto? La pre-adolescencia claro. Uno niño que sólo pensaba en corretear sapos con bolsas derritiéndose, en jugar al escondido y cascar a los demás pelaítos si nos hacen trampa, en partirles el dominó a los vecinos si nos la quieren aplicar, etcétera. Ahora, ya teniendo 12 o 13 años, viene una huevoncita mucho más alta que uno (pero con la misma edad) y dice: bobo, tu no sabes que quemar sapos es malo. Realmente no queda más remedio que quedar destrozado, en una silla aparte, llorando de la impotencia, al darse cuenta que en la sociedad posiblemente no se va a encajar de buena manera.  

Seguro han habido niños favorecidos que llevaron un "ángel de la guarda social" siempre a sus espaldas, cuyos comportamientos en su adolescencia siempre terminaban pegando, y además los demás los imitaban.
Pero otros, sencillamente salieron poco favorecidos y tenían que componer a los trancazos vainas que aunque  suenen muy lógicas no son las que se hacen normalmente en un círculo estudiantil.

Veamos algunos ejemplos: Te gusta una niña del Facebook; ¿qué dice la lógica? pues agrégala; ¿que dice la sociedad? no la agregues. ¡Vaya contradicción!. Otra: Tu novia quedó embarazada pero tú no quieres vivir con ella ni casarte; ¿qué dice la lógica? pues dile que ella no te gusta y dale la plata que le tengas que dar por el pelaíto no deseado, ¿qué dice la sociedad? cri cri cri (sonido de chicharras)

¿Vieron entonces lo que pasa por querer imprimirle lógica al asunto de socializar? Inclusive hay otras situaciones donde es más difícil la decisión. Remóntense a una edad de 12 años y acuérdense, en ese momento en el que probaron por primera vez el cigarrillo. Mi recuerdo es vívido: Había ido con mis vecinos a una fiestica típica de esa edad, y todos nos reunimos en ronda (como 6 manes o más) a fumar X-tra. 



¿Qué pensamientos se les vino a la cabeza cuando uno de esos muchachos, el de 14 años el cual por ser más grande infringe miedo, les ofrece cigarrillo? ... Uy mi mamá me va a matar, eso es malo, eso envicia, uy no qué asco ahí hay saliva de 6 manes, cómo me quito el tufo si ya no hay manes vendiendo mentas, será que esa pelaíta que está buena me habrá visto, será que me invitarán a más fiestas de estas porque yo creo que ya es hora de conseguir novia. En fin, un caudal de cosas raras; las dichosas maripositas en el estómago, no las sentí más fuertes sino en ese primer contacto con un cigarrillo, sea de canela o sea un Boston Light.

La decisión de fumar o no fumar en esa ronda es cuestión personal. Yo sí fumé ahí, un solo "plon" (como dicen acá en Bogotá), lo que me pregunto es ¿El sí haber fumado será que modificó radicalmente mi futuro de ahí en adelante, afectando mi presente? 

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