Ay la TV.

Siempre nos han enseñado desde chiquitos que la televisión es mala. "-Juanito, vas a terminar con los ojos cuadrados" es la arenga que día a día se escucha en un hogar común y corriente de Colombia, y con lo que intimidan a los niños para que se despeguen de ese aparato, se tomen su lechita caliente, recen un Padre Nuestro y un Yo Pecador, y se vayan a dormir tranquilitos para que al día siguiente se tengan que despertar a las 5 a.m. para ir al colegio (de hecho, no entiendo por qué los colegios más bien no comienzan clases a las 8, en vez de comenzar a las 6:30).

Programas hay de todo tipo: novelas, noticieros, documentales, seriados, programas matutinos, stand-up comedies, etcétera. Todos tienen un fin: entretener. Sí, el noticiero también entretiene, corazón. ¿O es que ver cómo una mamá llora porque su esposo mató a su hijo no te entretiene, eh eh? Total, ver cómo caen los corruptos en Saludcoop se me hace súper-entretenido. Una vieja peliteñida abogando mentirosamente por su inocencia se me hace de lo más interesante. Ver cómo los políticos del gobierno pasado, entre ellos un profesor que nos recordaba a cada momento su hermosa hija y que daba todo por ella, ahora se encuentra en apuros por AIS. Sí, hablo de Andrés Felipe Arias: él fue mi profesor de Introducción a la Economía Colombiana.

Mientras esa gente no sea nada mío, ni de ninguna manera me esté favoreciendo, no tengo por qué preocuparme: tengo todo el derecho de ver eso con los ojos de la diversión, los cuales, en mi caso, son muy versátiles. Yo me divierto con cualquier pendejada: con que Mockus se demore en sus respuestas, con que Samuel Moreno responda todo con refranes pendejos como El ladrón juzga por su condición, inclusive me divierte ver cómo RCN arremete contra Samy y contra Chávez. ¡Uy Chávez! ese sí que divierte: no dejo de ver sus alocuciones, tanto en TV como en la nueva TV: Youtube. Inclusive a veces pienso que si fuera presidente haría cosas muy parecidas a las que él hace: aquí en esta casa murió mi abuelo y ahora es un antro donde los hipsters van a escuchar bandas underground ¡exprópiese!

Otra forma de divertirse es viendo novelas; unas son muy pendejas y otras me resultan interesantes. Esas novelas mexicanas donde todas las frases son iguales y la buena siempre se llama Lupita sí que me resultan aburridas. Ahora me están gustando bastante los seriados colombianos, como El Capo y La Pola, donde se ve que por lo menos le echan un poco de psicología a la vaina. A diferencia de mucho resentido, yo no odio los stand-up comedies, porque eso me da la esperanza que hasta yo puedo ser comediante. De hecho, yo creo que esa es la razón principal por la que los haters no gustan de estos programas: porque sienten que cualquier aparecido, como yo en este caso, puede ser comediante.

Me he dado cuenta que abundan las personas que se manifiestan abiertamente en contra de la televisión, que porque embrutece, que porque RCN es uribista, que juegan con los sentimientos de las demás personas, que Jota Mario es un imbécil, etcétera. En El Siguiente Programa, Jota Mario sale como un hombre magnánimo el cual posee un sintetizador que cambia su voz a una más grave, imponente y casi de carácter divino ¿no será porque Jota Mario es un duro en el campo de la televisión y está por encima de muchos? Si Martín de Francisco y Santiago Moure lo caricaturizan de esa manera ¡por algo será!

Usualmente esos que se manifiestan tanto en contra de la televisión, es porque creen en la superioridad del Internet como medio de difusión. Yo, que soy un internauta empedernido, que me duele si Taringa! lo cierran, siento que a veces el Internet y su flujo imparable de información me agobia, y busco refugio en la televisión, donde sólo recibo el programa que estoy viendo, los adelantos de otros programas y algunas pocas propagandas que ni bolas le paro (a menos que tengan un ritmo pegajoso o yo no sé). Es por eso que, aunque no me haya dado cuenta, cuando le llevo el ritmo a un programa de televisión todos los días, soy más feliz, y me siento más conforme conmigo mismo.