Eran las 7 de la mañana y Lucho se despertaba tarde para ir al trabajo. Trabaja en jornada completa en una empresa sumando y restando números que él no sabía qué eran. Fácil era sospechar para los amigos y la familia que era un lavado de activos, posiblemente, pero nadie le decía nada porque era de muy escasos recursos, y la familia y amigos vivían del sueldazo que él ganaba, por eso, por hacer nada.
Luego de unas semanas estaba ganando 150% de lo que ganaba antes, eran 3 millones 450 mil pesos. Y estaba inocentemente muy feliz por este 'logro' que había cumplido. Su mamá podía mantener a sus hermanitos, los cuales eran 3 menores, fácilmente, y hasta estaba pensando en cambiarlos a un mejor colegio, cerca al barrio, pero un poco más costoso.
El mejor amigo de Luis, de nombre Carlos, era abogado. Le interesaba mucho su carrera y en las conversaciones de cualquier día, sus temas preferidos eran los decretos, las leyes y el derecho en general, incluyendo más que todo el aspecto del derecho laboral, que era la especialización que estaba realizando. Carlos sabía en los cuentos en los que andaba involucrado Luis, el sueldo millonario por hacer cuentas falsas, pero confiaba en que nada iba a pasarle, ya que en caso dado que cayera en manos de la justicia por testaferrato, él se las ingeniaba para sacarlo del embrollo por medio de su conocimiento en leyes y en las “trampitas” que sólo ellos (los abogados) conocen.
Carlos, a diferencia de Lucho, era muy ambicioso y creía en el poder del dinero para solucionarlo todo, pero no a tal extremo de volverse narcotraficante o matar gente por ello. Su amigo sí era indiferente a eso y nunca dejaba de colaborar a sus seres más queridos, si era posible, con la totalidad de sus ahorros. Carlos también era el que decidía la vida por Lucho: hizo que se metiera a la universidad a estudiar Contaduría, pero a Luis no le gustó y se retiró en tercer semestre, aburrido de los números y las cuentas. Siempre le llamó la atención la música (era un cantante frustrado y sabía tocar un poco la guitarra y una organeta vieja que tenía en la casa) y otras artes, y aunque no conociera mucho del mundo artístico antiguo ni actual, le llamaba la atención llegar a conocer algún día a Fernando Botero o a Diomedes Díaz, que era su artista favorito y el que lo inspiraba en algunas de sus pequeñas composiciones.
Un día cualquiera de trabajo, sale en las noticias la muerte del dueño de la empresa. No lo conocía, pero el gerente sí, éste sale corriendo en su carro a socorrer al misterioso hombre, y deja solo, en una gran bodega con un eco resonante, de blancas paredes, a Lucho. No sabe qué hacer y lo primero que hace es llamar a su amigo, entrar a la oficina del gerente y prender la televisión para sintonizar lo que sucede. Se sorprende al ver que la noticia en esos momentos todavía está siendo trasmitida: eso debe ser que el patrón debió haber sido alguien importante y querido, más que todo querido porque en el noticiero no mencionaban para nada delitos de narcotráfico ni lavado de activos, que era lo que se sospechaba. Sólo hacían mención de buenas causas: donaciones a las iglesias, al distrito e inversión en escuelitas y vivienda para los pobres de la ciudad.
Creía Luis que al quedar solo y tirado en esa gran bodega, sólo quedaba esperar a las autoridades para que se lo llevaran preso. Al momento de girar la vista hacia la transparente ventana, ve llegar una moto con dos policías. Asustado, y viéndose perdido y con el corazón a mil, se dirige y abre la puerta.
—Nos informan que esta empresa, que responde al nombre de Lovovisión S.A, era del señor Juan Diego Umaña, muerto hace una media hora en el centro de la ciudad, en un atentado de móviles desconocido
—Sí señor.
—Buenas. Quisiéramos hablar con Mauricio Duarte, gerente comercial.
—El señor Duarte salió hace unos minutos, señor agente. Según dijo, iba al sitio del atentado a ver qué pasaba o qué podía hacer.
—Gracias por su valiosa colaboración.
—De nada. Oiga ero quisiera hacerle una pregunta: ¿sería posible saber por qué buscan al Sr. Duarte?
—Acabamos de confirmar que el señor Duarte pretendía atentar contra la vida de su jefe, pero en lugar de él, lo hizo un hombre de su misma organización. El señor Duarte, al verse acorralado, huyó del lugar, según observo.
—Comprendo. O sea que eso de que “iba a socorrer” al jefe eran puras mentiras. Fui engañado mucho tiempo, y estuve muy cerca de la muerte según veo.
—Así es. Muy posiblemente. Gracias por su tiempo y colaboración con la justicia. Y lo siento por su jefe.
—Gracias a usted.
El policía, al no encontrar al que buscaba se retira del lugar. Luis está más confundido que nunca y no sabe a qué atenerse desde ahora. En esos momentos llega Carlos preguntando qué pasaba. Carlos lo observa con detenimiento y ve ese ambiente misterioso que sólo tienen los negocios de nada como en este caso: que supuestamente es producción de radio y televisión. Lucho le cuenta a Carlos los pormenores del asunto, y le extraña que el policía que llegó hace un momento no pregunte por el mismo Lucho, que tan involucrado estaba en esa empresa. Sólo por un gerente que seguramente fue más vivo que el pobre Lucho, y lo más extraño aún es la buena connotación, que el patrón de Lucho tenía en los medios de comunicación. Pareciera un mafioso bueno que ayudaba a los pobres y colaboraba con actos culturales, inversión social y hasta política.
En vez de salir inmediatamente del lugar, los dos resuelven quedarse y buscar en documentos, portafolios y bases de datos el verdadero objetivo de esa empresa. ¿Por qué me hace pensar que es una empresa para lavado de activos, pagándome tanto sueldo por hacer nada? ¿Será que guardaba un objetivo diferente al de simplemente darme trabajo? ¿Será que era mi padre y como sabía que tenía conocimientos básicos de contabilidad, me dio este trabajo que sólo toma 1 o 2 horas al día, pero pagado como 8 horas? … Todas esas ideas rondaban por la cabeza de Lucho.
Mientras Lucho estaba distraído, Carlos ya había encontrado unas cosas. Unos documentos y unas escrituras del local donde estaban parados. El nombre Lovovisión aparecía como una de las empresas de un grupo de otras 5, o sea que la empresa no era sólo esa: obvio, era un grupo de empresas, parecía un grupo familiar, ya que se llama Umaña y Asociados E.U. Los otros nombres eran: Supertiendas La Puesta del Sol, Umaña Car Sound, Ópticas ProLens, Fiduciaria UFA y Compra-Venta La Diosa Griega. Los nombres eran familiares, ya que algunas veces los ha visto en la calle, y parecen empresas normales, ¿o será que el descaro de este tipo es tan grande, o es tan poderoso que pudo hacer lo mismo que hicieron con Drogas la Rebaja, en su tiempo? Dudas era lo que más había en ese momento, interrogantes qué responder.
Carlos siguió buscando y encontró evidencias que habían asociaciones similares en otras ciudades del país: Barranquilla, Medellín, Bucaramanga, Cali y Cartagena. No eran el mismo tipo de empresas en todas las ciudades, habían empresas de todo tipo: Venta de ropa, joyerías, hoteles, empresas de turismo, y hasta prestigiosos bares y discotecas. Eran más numerosas en esas otras ciudades que en Bogotá.
Encendieron el computador de la oficina, pero tenía clave, intentaron palabras como “lovovision”, “duarte” y “umaña” pero ninguna dio resultado. Luego cansados de tanto leer documentos regresaron a sus casas. La mamá de Lucho estaba muy preocupada, con un mal presentimiento.