Confieso que esta entrada la hago llena de rabia. Rabia contra todos los que, de una manera u otra, me la montan porque soy consentido. Y les quiero decir a todos ellos que he tomado una decisión, pero una decisión que inclusive teniendo la cabeza fría, como no la tengo ahora, he sabido tomar con una grandiosa dosis de reflexión, estrellones, caídas y éxitos. He decidido, desde hoy, ser un CONSENTIDO ORGULLOSO.
Muchos me han recomendado independizarme. Otros, no hacían más que envidiarme porque en Bogotá vivía en un apartamento solo. No me decían sino: 'Erda yo como tú metería un poco de viejas aquí', 'qué chévere vivir solo y cocinar', 'cómo no vas a tener el promedio alto si no hay familia que te joda', 'tienes que hacer una vida independiente y este apartamento es el primer paso hacia ella'... en fin, palabrería de gente necia que cree que vivir solo es la gran chimba y que lo único que yo hacía era sonreír mientras comía en el restaurante de la cuadra.
Sin embargo, vivir solo para mí es y fue una gran mamera. No saben lo duro que es que uno llegue a la casa y le toque mamarse una pizza un lunes festivo en la noche a la Monapizza y arriesgarse a que lo atraque a uno un loco, porque no se sabe cocinar. Que a veces uno no se coma el almuerzo sencillamente porque ese día dio la gana de amanecer sin hambre. Que mis conversaciones sean sólo por el computador y por ende darse el permiso de pensar en huevonadas nada productivas... en fin, enumerar las desventajas creo que coparía el límite de palabras de esta entrada.
Muchos otros en su deseo de externalizar sus frustaciones familiares en mi persona, me llaman consentido porque todo se lo pregunto a mi mamá, a mi papá y a mis hermanas. Cosas como 'qué le digo al asesor de tesis', que si compro o no un bolso nuevo, que si esta muchacha me conviene o no, son algunos ejemplos. Les juro por lo más sagrado (que en mi podio personal figuran Dios y mi familia) que nunca, por mi propia cuenta y sin preguntarle a nadie, he decidido algo con tanto fervor como esto.
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